Asado con cuero en el club de San Isidro

“Vengan que el domingo hay asado con cuero en el club y encargué dos porciones”, decía el mensaje de texto.

Allá fuimos, con poca expectativa pero mucha curiosidad. Al llegar, prendimos la cámara de los celulares y buscamos al asador, recordando la rica experiencia de la vaca asada entera en el Gran Vidrio, pero justo lo encontramos en el momento más esperado por todos los que rondaban la zona. La vaca estaba lista y había que sacarla del fuego y empezar a repartir el manjar.

La vaca, lista para hincarle el diente.
La vaca, lista para hincarle el diente.

Disparamos dos o tres fotos de los hombres manipulando las brasas y el animal doradito, que de inmediato desarmaron con mucha maña y empezaron a trozar.

Se viene la primera pierna.
Se viene la primera pierna.

Unavaquillona de 150 kilos, donada por la dueña de una estancia cercana, con el fin de vender las porciones y recaudar dinero para el club del pueblo, la comuna de Villa San Isidro (a unos 60 kilómetros de Córdoba) para empezar a hacer actividades comunitarias, poner al día las instalaciones y arrancar de buen ánimo con una actividad grupal el nuevo año.

En cosa de minutos empezó a funcionar el expendio, mientras los autos y camionetas estacionaban frente al club y la gente se acercaba con asaderas, bols de plástico y otros recipientes aptos para recibir la carne calentita 🙂 Los carteles agradecían la colaboración, y los vales se canjeaban en la improvisada boletería donde varios hombres y mujeres pasaban de mano en mano las bandejitas listas.

Amantes del asado esperando su porción.
Amantes del asado esperando su porción.

El asadazo. La vaca se hizo en un clásico asado a dos fuegos, arriba y abajo, que comenzó el día anterior cuando los asadores empezaron a encender las leña “para calentar el piso” de donde se ubicaría la vaca. No eligieron (como se suele hacer) cavar un pozo y ahí hacer el fuego, sino que directamente sobre el terreno de una cancha de bochas empezaron a generar calor.

A las 4 de la mañana del domingo pusieron el animal en una parrilla gigante (en realidad eran dos parrillazas unidas) y arriba montaron un soporte para una chapa grande donde se pusieron más brasas que le dieran calor.

Los asadores controlando la vaca.
Los asadores controlando la vaca.

El animal se colocó con el cuero hacia abajo, abierto al medio, y el secreto, según el asador, fue mantener parejo el calor, sin demasiadas brasas encima, para que se asara lento. A las 13, el animal estaba listo y el aroma llegaba hasta la calle.

¡Lista!
¡Lista!

Sobre un tablón del club lo trozaron y repartieron. En poco tiempo no quedaron más que los huesos (que se desprendían fácil de la carne). Una escena digna de Francis Mallman en pleno Valle de Paravachasca.

Las porciones se repartían a la vista.
Las porciones se repartían a la vista.

El resultado fue un almuerzo magnífico (en total comimos 4 porciones entre 8 personas) que compartió todo el pueblo, aunque muchos, como nosotros, lo llevaron a su propio hogar, acompañado de bandejitas de ensalada y enormes trozos de pan francés crocante para acompañar.

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Un manjar criollo que le puso sabor exquisito al domingo de Pascua. ¿No digan que esas fotos no los tentaron?

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