La primera vez que vendí panes en una feria

Estaban ricos. Eso fue lo más importante. Amasé desde la madrugada y logré vender panes en una feria por primera vez. Con buenísimos comentarios y mucho trabajo en familia, lo logramos.

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Cocino desde que tengo memoria. Junto a mis padres, que nunca se negaron a pasarme un trocito de masa, un pedacito de carne o unas verduras para picar y hacer “la comidita”. Luego, en mi primer departamento, viviendo sola, recibiendo amigos. Y después, en familia, mi familia, que también comparte cocina con propios y ajenos.

Pero ni sospechaba que alguien fuera de los más cercanos pudiera celebrar lo que me encanta hacer: amasar.

Pan casero con chicharrón.

El 12 de abril participé de la Gran Feria Americana de las Sierras Chicas con un stand de panes saborizados y bombones, y vendí casi toda la producción en cuatro horas.

Panes y bombones artesanales.

Como siempre, me acompañaron personas que quiero mucho: en el amasado, en el transporte, en la creatividad del stand, en la visita esa tarde para el “apoyo moral” y en los mensajes y llamados para saber “cómo me fue” en el rol de panadera.

Mi familia, mis compas en la aventura.

Los de jamón crudo volaron. Luego los de salame, chicharrón, queso y aceitunas. La producción fue suficiente, con un presupuesto de marketing 😛 previsto para que degustaran los potenciales compradores y los curiosos, que se fueron siempre con sonrisas en la cara.

Jamón crudo, talle XXL.

La misma sonrisa que me quedó a mí. La que no empañaron ni los nervios ni el cansancio. ¡Qué importante es el trabajo de quienes hacen el pan todos los días! Los admiro.

En el último año del secundario una orientadora vocacional me preguntó cómo me veía en los próximos 10 años y describí una imagen parecida a la que tuve a los 27: trabajando de lo que estudié y me gusta hacer.

Hoy me animo a decir que quizás cada 10 años haya que preguntarse de nuevo cómo te gustaría verte en el futuro. Posiblemente el cambio asombre y los llene de ganas, tanto como a mí 🙂

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