Sabores en el recuerdo: pan con mayonesa y tomate

Estoy en un evento de tecnología, la presentación de unos sistemas de VoIP en una ciudad grande, no recuerdo cuál. Hay demostración, podemos llamar a cualquier lugar del mundo. Mientras, mozos que van entrando con bandejitas. Crepes de espinaca, jamón y huevo duro, riquísimos. Bocaditos agridulces: hojaldres con jamón y cobertura azucarada. Mini empanaditas criollas, árabes, de queso y de manzana…

Me voy al baño y me cruzo con una organizadora que habla pestes de otra. Me hace cómplice y al salir, pasamos por una góndola de caramelos. “Agarrá los que quieras”, me dice. Meto la mano en el recipiente de “gotitas de amor” con todo lo que mi mano extendida alcanza y la vacío en el bolsillo de la campera. La mujer me da más y salgo del pasillo con la campera a punto de explotar de tantos caramelos…

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De shopping por Buenos Aires, cruzamos la calle con mi madre y entramos a un restaurante de pastas caseras. El sistema es extraño, hay que pasar por una especie de stands e ir eligiendo qué tipo de pastas comer, con qué salsas, y viendo el proceso en tiempo real del amasado y la cocción. Un cocinero italiano de bigotes nos cuenta cada secreto de la masa tibia en sus manos…

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Un mediodía ruidoso en la casa. Todos van y vienen, de fondo el hit parade, entre el chocar de vasos y cubiertos de alguien que pone la mesa. La picada en la cocina ya va quedando en migas, pero sobrevive una tira de pan crocante y con aroma a domingo. Unas rebanadas de tomate, mayonesa y… ¡Adentro!

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Hace tres días que sueño con comida. El diagnóstico (gastroenteritis) me puso primero en dieta líquida y luego en una deprimente a más no poder. Para ganarle terreno al hambre, duermo casi todo el día (es que también me recomendaron reposo).

Lo gracioso es que el cuerpo se adapta antes que la mente a la falta de alimento. A fuerza de nutrirme de Gatorade, ahora, cuando como una inocente tostadita, siento que me clavé tres platos de locro y cinco empanadas. Reliverán, te debo varios favores.

Sospecho que el culpable fue un plato de medallones de merluza que comí hace unos días (¡no coman esas cosas en verano! ahora todos me lo ratifican), pero también puede ser el estrés, aunque… ¿tendrá la culpa de todo este blog?

Ceci

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