En la puerta de Astrid y Gastón

Vi por primera vez a Gastón Acurio en la tele. Amante como soy de las distintas versiones de Master Chef, cuando fui a Lima sabía que uno de mis deberes era conocer el restaurante de este cocinero.

Pero las vueltas del viaje me llevaron a que el último día en Perú me encontrara tan cerca como lejos de Astrid y Gastón, en su local de Miraflores.

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Es que llegué justo para la mudanza. El restaurante estuvo 20 años en la calle Cantuarias y ese finde se mudaba a Casa Moreyra, un espacio bellísimo de aspecto colonial que sin duda debe hacerle honor a los platos.

Aún así fui hasta el local un mediodía con dos amigas. Las puertas estaban cerradas, pero se oía movimiento adentro. Tras las fotos de rigor nos animamos a tocar la puerta.

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Una vez, dos, y… la tercera, cuando ya nos íbamos, apareció Ronald Rodríguez, el premiado maitre que nos atendió con una sonrisa.

“Antes yo dejaba que cualquiera entrara a tomar fotos, pero ahora ya no puedo hacerlo”, se disculpó mientras nos explicaba  el crecimiento del emprendimiento de Gastón Acurio y Astrid Gutsche .

puerta2Pero yo tenía un as en la manga: una amiga psicóloga y muy deshinibida que no tuvo problemas en conversar de la vida con Ronald, inclusive ofrecerle terapia si se sentía muy estresado por el trabajo.

Estuvimos un largo rato acodados en la puerta, y como propuesta Ronald nos dijo que volviéramos a la tardecita, para tomar un cóctel y allí podríamos entrar y sacar fotos. El sábado se mudaban. Era la última chance.

Pero el avión salía temprano, y no podíamos volver. Obtuve un par de tarjetas con el número de Ronald y del representante del Acurio para ver si podía conseguir un permiso especial como periodista.

Llamé varias veces, pero aunque siempre me atendieron amablemente, no pude comunicarme con la persona indicada y lograr entrar.
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Cuando nos fuimos, me quedó un sabor agridulce: pena por no haber entrado, pero a la vez la alegría de conocer a uno de los profesionales más destacados de la gastronomía peruana. Así, de casualidad, y gracias a la caradurez de mi amiga.

Ahora tengo una excusa perfecta para volver a Lima: conocer el nuevo Astrid y Gastón.

 

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