Si me preguntan por un alojamiento recomendado en Puerto Iguazú, sin dudas respondería: La Aldea de la Selva Lodge.
Como resultado de un viaje para visitar las Cataratas del Iguazú, ocnocí este hotel selvático en junio de 2018 con mi familia.
La Aldea de la Selva está ubicado en El dorado sin número, a unos cien metros de la ruta 12, que atraviesa el río Iguazú.
Tierra colorada e intensos tonos de verde caracterizan el paisaje misionero. En esta zona del país conviven las costumbres fronterizas y el clima tropical brinda jornadas ideales para la piscina aún en invierno.
Nos alojamos en habitaciones dobles en el laberíntico hotel donde los caminos para llegar hasta ellas ya son una belleza en sí mismos. Hay carteles que cuentan qué especies de flora y fauna pueden encontrarse.
El canto de las aves, el croar de las ranas, la caída de árboles añosos y otros animales hacen sentir el espíritu de la selva. Para amantes de la naturaleza como nosotros, eso sumó puntos extra.
Luego están las habitaciones: amplias, rústicas y muy confortables. Con balcones a la selva “interna” del hotel, aire acondicionado, ammenities, frigobar y recomendaciones para hacer sustentable la estadía.
El impacto ecológico sobre la selva es un tema que embandera desde la entrada hasta las habitaciones.
El nombre de cada grupo de cabañas es algo relacionado con los primeros habitantes de Misiones. Las habitaciones tienen nombre propio e información sobre esa especie.
Uno de los lugares cercanos al hotel para visitar a pié son las reservas guaraníes donde viven comunidades originarias. Ellos te reciben si vas con respeto y ganas de conversar.
Comer en La Aldea de la Selva Lodge
Durante nuestra estadía en La Aldea de la Selva disfrutamos de deliciosas cenas, desayunos (incluído en el precio de la habitación) y meriendas en el hotel, con productos de calidad y gran sabor.
Los chipá litoraleños nos alegraron cada amanecer.
En la carta de comidas del restaurante El Nido se destacan los platos regionales.
Es admirable como cada miembro del personal conoce qué está sirviendo y puede hasta enseñar a hacer algunos platos.
El pacú, estrella del río y de la mesa, llegó en distintas preparaciones y nos encantó.
El hall y el restaurante están ambientados con la misma elegancia y rusticidad de las habitaciones. Hay espacios cómodos para pasar el rato en las galerías, sala de juegos y sillones.
Para no perderse: hay juegos de mesa disponibles para toda la familia.