¿Un imitador de Anthony Bourdain? ¿Otro programa de viajes y comidas como todos? ¿Qué de nuevo puede traer Somebody feed Phil que no se haya dicho ya en televisión o en Internet?
La primera impresión a veces engaña, y eso me pasó con esta serie de Netflix que ya va por su segunda temporada y acabo de descubrir.
Somebody feed Phil es protagonizada por el guionista Phil Rosenthal. A priori pensamos: ¿es un cocinero, es un periodista gastronómico, o un millonario? No, es el autor de muchos éxitos empezando por Everybody loves Raymond, una serie de principios de los 90’ que me encantaba ver.
El programa estrenó en enero de 2018 y se trata de una versión nueva de I’ll Have What Phil’s Having, un programa de 2015 en el que Rosenthal exploraba la cultura alimenticia de disntito lugares del mundo.
Pero claro, de eso me enteré gugleando, cuando ya avanzado el capítulo (que empezó poco promisorio) empezamos a ver que había mucha calidad en el contenido.
El programa dedicado a Venecia tiene la virtud de hablar de lo típico (piazza San Marco, las palomas, las góndolas) y también de lo secreto, lo que solo sale a la luz cuando algún local te lo cuenta o te perdés en una de sus callecitas laberínticas.
Phil visita uno de los bares de tapas de Venecia y la comida y bebida es tan informal como fabulosa y exquisita. También come una milanesa de cerdo enorme en una osteria que se niega a vender pescado, justo ahí, en una ciudad junto al Adriático.
Luego de mucho helado y de aprender a conducir una góndola, se traslada a Módena y comparte tiempo con Massimo Bottura, mostrando la ansiedad por conocer la Ostería Fracescana donde finalmente llega y prueba el menú degustación DE PIE durante dos horas y EN LA COCINA.
No cuento más porque creo que vale la pena verlo. En esta segunda temporada recorre: Venecia, Dublin, Buenos Aires, Copenhage, Ciudad del Cabo y Nueva York.
La primera temporada fue: Bangkok, Saigon, Tel Aviv, Lisboa, Nueva Orleans y México.
Somebody feed Phil tiene una mezcla justa de ingenuidad, respeto, humor y admiración hacia lo nuevo. No se excede en adjetivos, no busca “medir” con lo propio (típico de algunos programas argentinos) ni sobreactúa el placer.
Sobre el final, y para evitar la depresión de que nuestra cotidianeidad suele estar lejos de estas intensas experiencias vuelve sobre un mensaje universal: no hace falta irse tan lejos para descubrir sabores nuevos en el mundo.