Un amigo me decía que cuando cuesta respirar hay que parar de comer. Nada de eso respetamos el miércoles 19 de setiembre, cuando encaramos alegremente el Tercer Tour Gastronómico, esta vez por el albirrojo barrio de Alta Córdoba.
Circuito Gastronómico y Mis Fotosecuencias organizaron una vez más la salida que desde temprano despertó gran convocatoria, sobretodo de quienes se enteraron por el “boca a boca” de estos recorridos, y nunca habían participado en uno.
Los de Córdoba en sabores llegamos tarde, como es nuestra costumbre, pero por suerte en La Casa del Tatich (Mariano Fragueiro 1562) habían reservado un lugar para nosotros en la larga y colorida mesa que formamos los del tour.
El arranque, pasadas las 21, podría describirse como una generosísima entrada compuesta por:
Nachos con porotos negros y parmesano; sopes de masa de maíz con salsa de tomate, frijoles negros y carne de res desmechada y Salbutes con frijoles negros, lechuga, pollo desmechado, cebolla morada y palta.
Todos súper abundante, con ingredientes que se veían frescos y muy a punto. Nunca habíamos probado comida mejicana “posta” y nos pareció exquisita. Aunque sí, nos extrañó que tuviera poco picante. ¿Será para que los comensales le agreguen luego?
La Casa del Tatich significa la casa del jefe, y el propietario del local, o sea el Tatich, nos atendió y saludó a todos con mucha simpatía. Sin dudas un lugar al que volveremos muy pronto.
Caminamos algunas cuadras hasta llegar a El Celta (Jerónimo Luis de Cabrera 269), donde nos esperaba el plato principal. Como en anteriores recorridos, fueron dos comidas. La primera: cazuela de mariscos, que venía acompañada de dos mejillones con crocante encima, sublimes.
A cada persona que le conté que íbamos a este restaurante que está frente a la estación de donde sale el fallido ferrourbano, me dijo “ahí están los mejores mariscos”. Y la verdad es que todo lo que probamos fue muy logrado.
Tras la cazuela (acompañada de un riquísimo vino blanco bien frapé) vino la paella que, por su despliegue, se robó todos los flashes.
Los mozos y hasta el propietario del local se acercaban a ver cómo nos divertíamos sacando fotos a la paella en un “MMMH QUÉ RICO” al unísono.
La ceremonia del reparto de los platos nos puso frente a una porción muy generosa de una preparación con todos los chiches (las arvejas frescas fueron el hit para algunos comesanles).
Hubiésemos con gusto alquilado una habitación más en el estómago para hacerle justicia a esta paella (vean más fotos en el Facebook de Córdoba en sabores).
Lo cierto es que con la importante entrada del Tatich y la cazuela que invitaba a “sopar” un pancito casero riquísimo, más de uno ya estaba satisfecho frente al plato humeante.
Saludamos al chef y nos despedimos agradecidos y medio asfixiados de tanto comer. Pero todavía faltaba el postre. De modo que las siete cuadras que nos separaban de Sabores del Perú (Jerónimo Luis de Cabrera 1041) vinieron muy bien para hacer desear el pisco sour que nos esperaba.
Colorido y lleno de recuerdos del altiplano, Sabores del Perú (que conocí cuando se llamaba Cebiche) fue el último stop del tour, y como suele pasar, el último intercambio de lugares en la mesa.
Si algo tiene de particular y divertido participar de estas salidas es que se entablan charlas con absolutos desconocidos con quienes nos une el sólo hecho de querer probar cosas ricas. Algunos están en Twitter, Facebook o vienen de la primera oleada cordobesa de blogs. Otros, simplemente se coparon viendo las convocatorias on line. Cada salida segura así que nadie se quede sin tema de conversación.
Volviendo al último plato, nos encontramos con picarones, una masa frita, de sabor parecido al de los churros, acompañada de una bocha de helado y salseada con miel de caña. Crujiente, y muy copado el contraste de frío y calor.
Todo acompañado de un pisco sour que, según varios de la mesa, es el mejor que se puede tomar en Córdoba.
Alrededor de las 00.30 nos empezamos a dispersar, caminando algunas cuadras hasta encontrar la forma de volver a casa. Contentos, y súper satisfechos con la salida.
El aprendizaje de la noche vendría más tarde: siempre que la comida es abundante somos felices. Sin embargo, tanta comida a veces impide discernir qué fue lo más rico, qué toque especial tenía algún plato. Aquí todo se disfrutó en general, y la atención fue destacada. Aunque necesito ayuda de los que fueron para que me digan quién gana la encuesta de la vedette de la noche.
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Para mí, un capítulo aparte para los Salbutes y para la cazuela de mariscos.
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