Un paseo por Mendoza nos llevó a conocer la pizzería Orégano, creada por Francis Mallmann y su esposa Vanina Chimeno, como emprendimiento conjunto donde todo gira alrededor de un horno de barro.
Esa característica que nos recordó a El Papagayo hizo que le pusiéramos fichas a la apuesta. Luego, la recomendación de Mis Fotosecuencias, habitué de la gastronomía mendocina.
Así fue que luego de tres días en el corazón de la montaña volvimos a la civilización para probar esta pizza ubicada en una zona coqueta de la ciudad de Mendoza.
En la esquina de Belgrano y Rivadavia, la pizzería Orégano ofrece a los comensales espacio en el interior y en el exterior. Aprovechando el magnífico día, nos sentamos en las mesas sobre la vereda.
Pedimos una limonada con menta y gengibre y esperamos los platos. Mientras, llegaron grisines salados muy sabrosos y crocantes.
La carta de la pizzería Orégano
La carta es acotada, tiene ensaladas, pocos principales y una interesante variedad de pizzas, la vedette por supuesto. El precio de la pizza grande a fin de febrero rondaba los 350 pesos.
Además de las variedades que figuran en carta, la propuesta original de la pizzería es armar la pizza eligiendo qué ingrediente usar como topping. Hay variedad de quesos y vegetales.
Pedimos una pizza de la carta, con brócoli, queso de cabra y pesto de albahaca. ¡La gloria hecha pizza! Llegó con una masa crocante y delgada, bordes leudados y toda la frescura en los ingredientes.
Una jarrita de salsa y un cuenco con hojas de albahaca fresca completaban el plato. Casi como estar comiéndola en un barcito de Milán.
Pero para no quedarnos con la duda (y porque tenemos más grandes los ojos que el estómago) sumamos dos principales: chancho cocinado 8 horas y sartén de calamares.
Detalles que nos dan ganas de volver
La comida llegó rápido, a buena temperatura y por lo abundante de las porciones permitió que todos probáramos todo (como nos gusta hacer) y no llegáramos al postre. Había una atractiva propuesta de degustación de postres que quedará para la próxima.
Al mismo tiempo, se destaca el servicio, súper atento y para nada acartonado. La comodidad de las mesas y sillas hace que te den ganas de estar horas de sobremesa.
Finalmente, se puede pagar con débito, como en casi cualquier lugar menos en Córdoba 😀