Dicen que una imagen vale más que mil palabras, y la imagen de la deliciosa entrada en el Derby, el bar del hotel Windsor, sirve como síntesis de la experiencia que fue almorzar ahí.
A raíz de un primer contacto por una nota para Día a Día pude conocer algo de la propuesta de este hotel céntrico que tiene la virtud de estar a un paso del ruido pero mantener un espacio tranquilo para comer, a su propio ritmo.
El restaurante Sibaris y el bar Derby conforman la propuesta gastronómica del hotel y gracias a una invitación pudimos disfrutar de un almuerzo en compañía de Natalia Muñoz, responsable del servicio de Alimentos y Bebidas, y Silvina Torres Forte, encargada de comunicación del lugar.
La idea era que conociéramos cómo es el menú para almorzar en el Derby, y también tirar abajo los mitos sobre la “formalidad” o ambiente demasiado “old fashion” del lugar. El mobiliario clásico y el “fantasma” de los precios a veces nos hacen perdernos valiosos descubrimientos. O al menos eso me pasó a mí.
Lo cierto es que desde el recibimiento hasta la despedida el rasgo que más me gustó fue el servicio. Amabilidad, cercanía, pero tampoco exceso, lo justo como para que cada momento de la comida transcurra fluido y sin problemas.
La entrada, como vieron en la foto más arriba, fue un pan casero relleno de mollejas salteadas con champignones, huevo revuelto y albahaca, con una salsita de pimientos deliciosa en cada bocado. Facundo Tocchi es el chef que comanda esa cocina que comparte Derby con Sibaris, palabra mayor en la gastronomía local (ya lo ha contado Mis Fotosecuencias).
El plato principal, escogido entre las dos sugerencias del día, fue una ensalada con calamares rebozados (como rabas) que al llegar a la mesa tumbó mi preconcepto de “una ensaladita tranqui”.
Con hojas verdes, tomates, choclo en grano, trigo salteado con vegetales, zanahoria rallada, coliflor, croutones, cebollas caramelizadas… Enorme plato que, con pena, no pude terminar porque sino iba a necesitar siesta y todavía tenía que ir a trabajar 🙁
Para cerrar, un exquisito cheesecake de frutos rojos que pedimos para compartir (miren el tamaño de MEDIA PORCIÓN).
Este menú ronda los 190 pesos y gana por lejos en calidad y sabor frente a muchos otros del mismo costo. De veras me sorprendió ese punto al recorrer toda la carta por la excelente materia prima y el tamaño de las porciones. Al comparar el producto con otros restaurantes de la zona queda claro que es un gran SÍ.
Pero además de la comida, lo bueno fue la conversación. Charlar con apasionados de la cocina y el servicio siempre es un placer, conociendo datitos del “backstage” de los restaurantes y las tendencias en Córdoba. Muchos detalles de la producción, carta de vinos y actividades en este lugar fueron completas novedades.
Como por ejemplo el salón que el hotel tiene en la terraza, algo así como un quincho (premium, diría) para asados, cerrado y amoblado con calidez y sobriedad, ideal para eventos como reuniones de equipos de trabajo, cumpleaños, fiestas. Como un oasis en plena de la ciudad donde aprovechar la vista desde alturas y los tragos a un costado de la piscina.
En ese sentido, esta visita nos abrió los ojos sobre un lugar que no conocíamos más que como ocasionales transeúntes del centro de Córdoba. Y seguro nos tendrá de vuelta para seguir probando 🙂