¿Cómo aprendí a cocinar verdadera comida india? Tomando una clase de cocina en la casa de una familia india en Agra.
La mayoría de los turistas se queda una noche en Agra para ver el Taj Mahal y marcharse, pero nosotras teníamos dos noches y dos tardes libres para conocer esa ciudad famosa por ese monumento amoroso.
En medio de un cambio de itinerario le preguntamos a nuestro guía en Jaipur (la ciudad que visitamos antes) si sería posible encontrar clases de cocina para matar el tiempo de una tarde libre. La respuesta fue “Sí, por supuesto” y ahí empezó la aventura.
Mi mamá fue mi primera maestra de cocina y con ella compartimos ese enorme interés por ingredientes y preparaciones. Poder cocinar en medio del viaje era una excelente manera de pasar el tiempo y disfrutar.
Cerca de las 19 salimos del hotel rumbo a nuestra clase de cocina en India. Nos enteramos sobre la marcha que íbamos a comer y cocinar en una casa de familia.
En la vivienda nos esperaban muchas personas: dos hermanas y su padres (los abuelos), dos hijos (un adolescente y una niña de 11) y más tarde se sumaría el padre de familia al regreso del trabajo.
El barrio era residencial, lo que aquí llamaríamos de clase media, con muchos dúplex y edificios bajos, y al ingresar a la casa los particulares colores y estilo arquitectónico de las casas locales.
Paredes vibrantes en color y azulejos estampados. Las mujeres con sus vestidos también coloridos y muchos, muchos elementos de cocina en un amplio espacio reluciente y bien organizado alrededor de las hornallas.
Nada más al llegar y antes de empezar a cocinar nos invitaron con una taza de chai que preparamos juntos ahí mismo. Té, especias, leche y azúcar.
Uno de los temores que me había surgido de camino la clase fue cómo íbamos hacer con el consumo de agua, que hasta entonces solo habíamos bebido de aguas embotelladas, y que por ser de un país diferente podía habernos causado algunas molestias.
Con el chai no pasó nada, y con el resto de los platos que llevaban agua en su cocción, tampoco. No obstante como gesto de hospitalidad ellos nos esperaban con Sprite y agua embotellada para que tomáramos nosotros.
Las mujeres de la casa hablaban indi, excepto por la más pequeña integrante de la familia, Dishika, con quien nos comunicaríamos en inglés sirviendo de intérpretes toda la velada.
Al poco rato, no obstante, mi madre y la madre de Dishika se entendieron y comunicaron con gestos, sonrisas y movimiento de manos. Yo tomé el rol de fotografiar y filmar las recetas y los platos fueron marchando.
Lo que comen los indios en un día normal
El único pedido que hicimos al llegar a la casa de los Sawhney fue que cocinaran al gusto normal en que lo hacen, sin más ni menos picante.
A sabiendas de que nuestro paladar es lejano a estos sabores tan intensos varias veces nos preguntaban si estaba bien el sabor y si nos gustaba. El esfuerzo por ser hospitalarios fue una constante que nos hizo sentir muy bien todo el tiempo.
Cebollas, chile fresco, chile en polvo y algunas especias especialmente combinadas para algunos platos fueron la base de varias preparaciones.
El dal, por ejemplo, es un guiso que combina esa base con lentejas rojas hervidas muy poco tiempo en olla a presión y agrega un ingrediente especial que luego nos traeríamos en un frasquito mínimo pero muy ardiente a la Argentina.
Berenjenas cocinadas y machacadas con un utensillo especial fue uno de los guisados más celebrados. La cocina es casi vegetariana con algunas excepciones -pollo, cordero- pero en esta cena comimos solo verduras, queso y tortillas caseras.
Un guisado de un queso llamado paneer con verduras fue también otra delicia. La consistencia de este queso es parecida a la de la ricotta pero se mantiene firme en la cocción.
La elaboración de los chapatis (pan plano típico de India) fue otro descubrimiento. Aunque sus ingredientes -agua y harina- son básicos, la técnica es todo: cocinarlos brevemente en la plancha y luego terminarlos sobre la hornalla para que se inflen.
Cocinar en la casa de una familia india
Una vez terminados todos los platos, como dos horas más tarde, nos fuimos a conocer la casa en su interior y a cenar en una de las habitaciones que tenía aire acondicionado (en septiembre todavía hacía bastante calor).
Comimos sobre la cama y esto no es extraño porque muchas veces vimos a la gente sentada durante el día sobre camas (no sé cómo se llaman pero es lo que parecen) comiendo o hablando por teléfono.
Allí con todo la familia degustamos lo elaborados y seguimos conversando (a través de su integrante más pequeña) sobre costumbres, parecidos y diferencias.
La cocina es una parte muy importante de su tradición y las mujeres especialmente están dedicadas a llevarla adelante, como así todos los asuntos puertas adentro.
En algún momento de la charla el padre diría: “Yo soy el jefe en mi trabajo pero acá adentro la jefa es ella”, en referencia a su esposa.
Hicimos videos, nos sacamos muchas selfies y probamos todo, sin que el picante nos afectara en lo más mínimo. El final de nuesta clase de cocina con una familia en Agra fue una noche llena de sabor a hogar a miles de kilómetros de casa 🙂
Que buena experiencia, Ceci!